Jun2024
Pascuas (de resurrección)
Parménides (Sobre la realidad)Para quienes gocen de la paciencia necesaria, un tesoro:
Parménides:
Nacido hacia el año 515 a.C., Parménides era ciudadano de Elea, una pequeña ciudad del sur de Italia.
Su poema "Sobre la realidad" constaba probablemente de tres partes, de las que sólo conservamos intactas las dos primeras.
La primera parte adopta la forma de un poema alegórico en el que vemos al poeta, impulsado por un fuerte deseo, viajar hacia el dominio de la diosa, en un carro tirado por poderosos corredores.
Tras descubrirle sus rostros, las Doncellas de luz le guían hasta el "umbral donde convergen los caminos de la Noche y del Día", y se le permite cruzarlo gracias a su intercesión. La Diosa lo acoge entonces con benevolencia, toma su mano derecha entre las suyas y comienza su enseñanza.
La segunda parte, traducida aquí, es la sección metafísica y contiene la enseñanza de la verdad.
La tercera, fragmentaria, es la parte física. Representa la opinión pública ignorante según la cual la realidad es el universo físico que surgió en el pasado, existe hoy y está destinado a desaparecer algún día.
Ahora, pues, os instruiré; escuchad lo que digo:
Dos caminos están abiertos a la investigación.
El primero dice: el ser es y el no ser no es.
Es el camino de la certeza, porque sigue la verdad.
El otro dice: el ser no es, por lo tanto el no-ser es.
Este camino equivocado, te digo, no puede conducir a una convicción sólida.
Porque, si esta afirmación fuera cierta, no te sería posible concebir el no-ser, ni nombrarlo.
Hablar y pensar surgen necesariamente del ser, porque el ser es.
Y el no-ser no es.
Te invito a reflexionar profundamente sobre este punto, y a alejarte, en tu búsqueda, de ese otro camino como del que recorren esos mortales ignorantes que son los hombres de dos mentes: la incertidumbre que reside en sus corazones Extravía su vacilante razón.
Son arrastrados, sordos y ciegos, ignorantes, las masas sin discernimiento que pretenden que el ser y el no ser son simultáneamente idénticos Y diferentes, ellos para quienes, para cualquier afirmación, lo contrario es igualmente cierto.
Ningún poder traerá jamás el no-ser a la existencia.
Así que dirige tu pensamiento lejos de este camino de exploración.
Que el hábito, tantas veces retomado, no te obligue a volver a él, Con los ojos cegados, los oídos llenos de ruido Y la boca con palabras, y que sólo tu inteligencia resuelva este contencioso.
Sólo nos queda un camino por recorrer: Ser es.
E innumerables signos prueban que el ser está libre de nacimiento y muerte Porque es completo, inmutable y eterno.
Nunca fue, nunca será, porque está completamente entero en el ahora, Uno, sin fin. ¿Qué principio deberíamos atribuirle?
¿De dónde evolucionaría? ¿hacia dónde?
No permitiré que digas o pienses que proviene de la nada, ni que el ser no es. ¿Qué exigencia lo habría hecho surgir más tarde o más temprano, del no ser?
Así, sólo puede ser, absolutamente, o no ser.
Nuestra firme convicción nunca admitirá Que algo pueda surgir de la nada.
De este modo la diosa de la Justicia, prohibiendo el nacimiento y la muerte, preserva sin descanso la existencia del ser. Mientras que la cuestión era resolver si el ser es o no es. Por lo tanto, debemos decidir abandonar como falsa la segunda hipótesis, el camino que no puede ser pensado ni formulado, y aferrarnos a la primera, que es el camino de la verdad.
¿Cómo podría un día dejar de ser lo que es? ¿Cómo pudo, un día, llegar a ser?
Lo que nace, no es, ni lo que ha de nacer.
Así muere el nacimiento y así muere la muerte.
Dentro del ser no quedan diferencias porque es completamente idéntico a sí mismo.
No hay, aquí, algo más que venga a romper la continuidad ni, allí, algo menos: sino que todo está lleno de ser.
Así todo es continuo: el ser contiguo al ser.
Por otra parte, mantenido inmóvil por vínculos poderosos, es sin principio y sin fin, ya que el nacimiento y la muerte han sido rechazadas como contrarias a nuestra intuición de la verdad.
Permanece en sí mismo, existe en sí mismo, se sostiene por sí mismo, así, inmutable, permanece en el mismo lugar porque la poderosa necesidad, que lo rodea por todos lados, lo mantiene firmemente unificado.
Por eso no está permitido que el ser esté inacabado, porque no le falta nada; inacabado, ¡le faltaría todo!
El pensamiento es idéntico al ser, y lo mismo ocurre con el objeto al que se refiere el pensamiento; por lo tanto no hay nada, y nunca habrá nada, fuera del ser que el Destino obliga a una dicha eterna. Así, nacer y morir, ser o no ser, cambiar de lugar o de apariencia, todos estos acontecimientos no son más que nombres superpuestos por la ignorancia del hombre.
Siendo lo último, está completo en todas partes.
Como una esfera armoniosamente redonda parte por igual en todos los puntos desde su centro.
Nada se le puede añadir aquí ni quitar allí.
Lo que no es, no puede interrumpir su existencia homogénea.
Lo que es, no puede poseerla ni más ni menos. Fuera de todo alcance, En todas partes idéntico a sí mismo, más allá de todos los límites, es.